lunes, 24 de marzo de 2014

Auri, la camarera

Después de escuchar lo del asesinato decidí informarme un poco más antes de llamar a Ana. Una noticia así podría suponer tanto una ventaja como un desastre en vistas a la futura oferta de compra, necesitaría más datos para saber a qué atenerme.
Volví a mi habitación para dejar el portátil y coger el abrigo, me pasé los dedos por el pelo castaño frente al espejo antes de salir, y me dirigí al lugar más lógico cuando se necesita información de ésta índole: el bar.
Bajé la colina por el camino de piedras grises, dejando atrás el complejo, y llegué hasta la plaza central del pueblo. Justo en el centro se alzaba una ostentosa fuente y al otro lado se hallaba una tasca bastante llena, sobretodo de turistas. Se veía tan cuidadosamente antigua que parecía artificial, estaba obviamente enfocado a los visitantes, así que no me interesaba, tendría que probar en otro sitio. Me dispuse a dar un paseo por las callejuelas del pueblo y, pasados unos minutos, me llegó un fuerte olor a estofado. Siguiendo el aroma a especias llegué a un pequeño bar, mucho más descuidado que el primero. Pese a ser las dos de la tarde, hora de comer, había escasos clientes. Una joven rubia, con pecas en las mejillas y un delantal blanco ajustado sobre la fina cintura se afanaba limpiando la barra de madera oscura. Se notaba a kilómetros que pertenecía a aquel lugar, ella era justo lo que necesitaba. Me senté en uno de los taburetes, justo delante de la joven, y sonreí cuando levanto sus enormes ojos verdes para mirarme.
-Buenas tardes. –Le dije cortés. – Me encantaría un plato del estofado del día. – Apunté con el dedo a la pizarra que tenía a su derecha, donde aparecía la oferta.
-Marchando. –Respondió ella sonriente, aunque con la expresión algo apagada. Desapareció por una de las puertas y volvió un instante después con un plato humeante que dejó delante de mí. -¿Y para beber?
-Sólo vino, gracias. –Dejé que mi mirada recorriera su rostro, deteniéndose un instante en sus labios para luego volver a sus ojos. Ella se sonrojó ligeramente, esto marchaba bien. –Esto está algo vacío para ser la hora de comer, ¿no? –Pregunté en tono casual antes de llevarme una cucharada a la boca.
-Bueno, normalmente no se llena demasiado, pero es cierto que hoy está más vacío de lo normal.
-¿Y a qué se debe?
-Nos suelen pedir que no hablemos de estas cosas con los visitantes... –Dijo un poco insegura.
-No se lo diré a nadie, lo prometo. –Guiñé un ojo y ella sonrió, ya era mía.
-Está bien... Encontraron a una chica muerta esta mañana, en el bosque.
-¿De verdad? –Alcé las cejas pareciendo sorprendido. -¿Qué le pasó?
-No se sabe...los medios aseguran que fue un accidente, pero muchos dicen que fue un asesinato. Mi hermano vio el cadáver, dijo que era siniestro, que no podía ser un accidente. Además la chica era de aquí, ella conocía el bosque.
-¿Tú la conocías?
-Aquí todos nos conocemos. Ella era casi de la edad de mi hermano y se llevaban bastante bien. –Le brillaron un poco los ojos con tristeza.
-Vaya, lo siento. –Dije sintiéndolo de verdad y dejé caer una mano sobre su brazo para reconfortarla. –Me llamo Eric, por cierto.
-Yo soy Auri, encantada.

jueves, 6 de marzo de 2014

72 Horas de encierro

No había cambiado nada desde la última vez. Tras cinco largos años siguen colgando de las paredes los mismos cuadros, estas permanecen pintadas con los mismos colores, incluso tenía la sensación que el enorme cristal desde el que intuía me observaban del otro lado, sigue manchado con las mismas huellas dactilares de entonces. El piloto rojo de la cámara de vigilancia empezó a parpadear, ese detalle me indicaba que se habían iniciado las grabaciones, pronto algún policía entraría en la sala de interrogatorios para comenzar con el mismo.
La puerta se abrió de un estruendo, fue abierta con furia desde el otro lado y tras ella apareció la silueta de alguien que un día fue parte de mi familia.
 - Buenos días Samuel, no esperaba verte, es más no tenía ganas de verte, pero me resulta curioso que vuelvas a estar sentado en ese lado de la silla por segunda vez y por los mismos cargos ¿no te parece… cerdo? –dice en voz bajita, en un tono casi inaudible-
- Ya le dije a tu compañero lo que sabía, estaba bajando al pueblo como todas las mañanas cuando mi perro salió corriendo y tuve que perseguirlo durante un buen rato, hasta que llegamos a la esce… - si si – interrumpe el policía – llegaste a la escena del crimen por casualidad y nuevamente volviste a encontrar el cuerpo sin vida de una mujer, que también era rubia de cabello corto, que también aparece golpeada en la sien y que casualmente también es de tu entorno, ¡cuánto habría ganado el cuerpo de la policía con un agente como tú! – Golpea con las dos manos fuertemente en la mesa y se encara juntando casi su frente con la mía – ya me conozco muy bien esa historia Samuel, ya la has contado antes, la otra vez te sirvió el papel de víctima, quien iba a pensar que el pobre viudo asesinaría a su esposa, ¡a mi hermana! –dice gritando-, los engañaste a todos, a todos menos a mí. ¿Dónde estabas anoche Samuel?
- En casa obviamente
- Claro claro, estabas en casa, ¿tienes como demostrarlo? No me lo digas -dice con ironía- tu perrito es tu coartada –dice con tono burlón-
- Claro que no tengo coartada, sabes que vivo alejado en la falda de la montaña, estaba en casa, tenía que levantarme temprano para ir al hotel a trabajar, hoy por la mañana me esperaba un grupo de turistas para llevarlos de caza., pregunta si quieres al hotel
- ¿Así que el hotel puede justificar tus clases?
- Te estoy diciendo que así es
- Entiendo, te puede justificar que hoy por la ma-ña-na –dice despacito- pero eso sigue sin contestar a la pregunta de donde estabas anoche – en su rostro se dibuja una sonrisa malvada- te volveré a hacer la pregunta ¿Dónde estabas anoche?
- Se donde quieres llegar a parar Carlos, no te voy a seguir el juego, ya te dije donde estaba y no me puedes acusar ni de este crimen porque no tengo nada que ver, ni tampoco con el de Lucia porque ya se demostró que yo era inocente; bastante lloré por las noches y sufrí su pérdida como para que me sigas acusando de ello.
Dando la espalda a la cámara, a voz de susurro- vas a pagar por ello… asesino, así que el sospechoso se niega a colaborar –vuelve a decir en un tono normal- bien, no pasa nada -se gira hacia la cámara- vayan preparando una habitación, tenemos un nuevo huésped –se vuelve a girar hacia mi- por ahora y hasta que aparezcan nuevas pruebas vas a pasar las próximas setenta y dos horas en el calabozo – al tiempo que en su rostro se dibuja una amplia sonrisa, una sonrisa de satisfacción-.

  

lunes, 3 de marzo de 2014

Jonas Laurent, parapsicólogo

Había llegado hacía tres días desde la gran ciudad. El último número de la revista "Otra Realidad" había sido un fiasco y mi editor me echaba la culpa por lo cutre del reportaje. La verdad es que no estaba en mi mejor momento, las últimas investigaciones que había seguido habían resultado ser falsas o aburridas, así que esta vez, él había escogido por mí. Un hotel maldito en medio de ninguna parte. No es que me entusiasmase, pero mi jefe conocía al dueño del hotel y quería usar el reportaje como reclamo publicitario, y si era de su agrado, estaba dispuesto a pagar una verdadera pasta por él. Necesitaba ese dinero y además mi estancia sería gratis ¿cómo iba a negarme a unas vacaciones como esas?

El teléfono de la habitación sonó y más que despertarme, me arrojó fuera del sueño. Aquel sonido estridente era tan clásico como espantoso así que descolgué para acabar con mi sufrimiento y casi por inercia contesté con voz pastosa.

-¿Señor, Laurent? -Dijo una tímida voz de hombre al otro lado de la línea. Tardé unos instantes en reconocer al ayudante del jefe de policía.

-¿Ha ocurrido algo?

-Si... Estamos en la colina, al este de la hacienda...

-No se preocupe, sólo no permita que nadie vea lo que sea que han encontrado.

Sin más le colgué. Era un buen muchacho, pero un simple pueblerino amante de las historias de misterio, fácil de asustar, fácil de manipular.

En menos de quince minutos mi asistente y yo estábamos en el lugar de los hechos, pero ya habían empezado a aparecer los primeros curiosos, que por la pinta que tenían parecía que se habían encontrado el cordón policial por casualidad. Por suerte el joven ayudante había hecho bien su trabajo y la tira de plástico que hacía de barrera estaba antes de la pequeña colina en la que se encontraba lo que quiera que fuese. Mi asistente detuvo el vehículo y yo emergí de él lentamente, dejándoles sentir la intriga, dándoles tiempo para verme bien y preguntarse quién podría ser. El Show acababa de empezar.

Con paso lento pero seguro me acerqué al cordón. El ayudante me estaba esperando y alzó la tira de plástico amarillo y negro para que pudiese entrar.

-No la hemos tocado, señor Laurent. La encontró el perro del instructor de caza.

-¿La?

-La victima, señor. La recepcionista del hotel, Diana.

Recordaba bien a la chica, no contaría más de 24 años, cabello corto, piernas largas y buena delantera, todo ello con una voz dulce y una sonrisa encantadora, perfecta para aplacar a los clientes belicosos... había intentado flirtear con ella el día anterior, pero sabía dar largas sin ofender. Una lástima.

-¿Huellas? -Pregunté con sequedad, había que parecer profesional.

-No, señor. Es que nevó anoche... -Respondió en tono de disculpa, como si fuese culpa suya, pobrecillo.

Finalmente llegué donde se encontraba el cadáver tendido en el suelo rodeado por los nueve policías que componían la autoridad en aquel mínimo pueblecito perdido en medio de la nada al completo. El jefe me saludó con un ligero gesto del mentón, toqué el ala de mi sombrero como respuesta y me dispuse a observar la escena.

La mujer yacía con una profunda herida en la sien izquierda y de ella surgía un gran charco rojo que teñía la nieve como si fuese un granizado de fresa. Quienquiera que lo hiciese había dibujado con la sangre unas alas sobre la nieve y la había puesto en una postura angelical. Saqué el reloj de bolsillo de mi chaleco y lo observé unos momentos, no porque necesitase calcular la hora de la muerte, con el frío que hacía era imposible determinar eso sin instrumental, lo hacía sólo porque necesitaba mirar a otra parte un momento para recuperar la compostura. Los nueve policías me miraban fijamente y esperaban un veredicto coherente así que tras coger un poco de aire repasé mis cursos de criminología a distancia y los muchos capítulos de "mentes criminales" que había visto, luego volví a la víctima para mirarla como quien mira un cuadro. El escenario estaba presto, el telón se había alzado y el público contenía el aliento.

-No hay señales de agresión sexual, tampoco hay ensañamiento. Por la cantidad de sangre que hay, fue asesinada aquí mismo. Además observen la forma en la que coloca el cuerpo y dibuja las alas, claramente quiere crear una imagen angelical. Señores, estamos ante un asesino psicópata, o se cree un artista o bien tiene remordimientos -Reforcé mis deducciones cerrando con firmeza el reloj y devolviéndolo al bolsillo para poder ocultar el temblor de mis manos... el escenario me estaba poniendo los pelos de punta, una sensación que sólo había tenido dos veces en mi vida y las dos eran cosas que quería olvidar.

-Jefe... -Dije tratando de que el miedo pareciese preocupación visto desde fuera -Le recomiendo que saque a toda esa gente de aquí y cubra el cuerpo para que nadie lo vea. Si alguien lo ve o se va de la lengua no sólo tendremos un asesino, sino un pueblo en pánico. ¿Me comprende?, habrá caza de brujas y el verdadero culpable podría marchar impune.

-Diremos que fue un accidente -Dijo el bueno del jefe de policía. Era un tipo afable de unos cincuenta y tantos, algo rechoncho, canoso y medio calvo, seguramente lo más peligroso a lo que se había enfrentado en su vida era una pelea de borrachos en la taberna. No se merecía estar metido en un asunto como aquel, pero así es la vida.

-Me dijo su ayudante que lo descubrió el cazador ¿verdad? Quiero hablar con él. Ahora.

domingo, 2 de marzo de 2014

Lucie, la hija de la cocinera

Cerré sus ojos con una ramita rota y con la misma dibujé unas alas en la tierra a ambos lados de su cuerpo, rojas como la sangre que le brotaba de la cabeza. Ya era de noche y mamá pronto me llamaría a cenar, así que guardé con delicadeza la ramita en el bolsillo de mi chaqueta y eché a andar a toda prisa.
-¡Lucie Vien! ¿Dónde estabas? Te he estado llamando ¿Acaso no me escuchabas? -Oí la voz de mi madre por encima del sonido del agua y el silbido del vapor en la cocina. -¿Has estado jugando fuera?
-Sí, mamá -Respondí nerviosa mientras dejaba la chaqueta al lado de la puerta y me acercaba a la pequeña cocina-comedor. Esquivé su mirada cuando se volvió, pero no lo suficientemente rápido para no verla palidecer.
-¿Qué has hecho?
-Nada… -Me estremecí al removerse el aire caliente con su paso furioso. Ella llegó hasta mí y me zarandeó por los hombros aún con la cuchara de madera en la mano.
-¿Cómo que nada? Dios… Lucie… ¡Tu vestido! -Miré hacia abajo y vi unas gotas color fresa salpicando las flores lilas de mi vestido nuevo.
-No… -Dije con miedo, pero ella subió las manos un poco más y la cuchara golpeó el suelo segundos antes de sentir el tirón. Mi madre me había cogido de los cabellos y me llevaba casi a rastras hasta el diminuto baño y cerraba la puerta de golpe.
-¿Qué has hecho está vez, niña? -Dijo desvistiéndome con rapidez y lanzando con agresividad mi ropa al lavamanos que ya se estaba llenando de agua.
-Yo no…
-¿Cómo que no? ¿Entonces quién, niña estúpida?
-Ha… Ha sido él… -Gimoteé asustada alejándome de ella que sacaba de debajo del mueble un bote de lejía y lo vertía casi todo sobre el vestido.
-¿Él…? -Pareció desconcertada por un momento -¡Métete en la ducha! -Gritó dejando el bote en su sitio y empujándome hacia el cubículo helado. Abrió el agua caliente y chillé cuando me salpicó dejándome un sarpullido ardiente. Luego abrió la fría y cerró la cortina. Sólo podía ver su sombra moverse frente al lavamanos y escucharla estrujar el vestidito con fuerza.
-Ha sido él… -Lloriqueé y ella me mandó a callar.
-¡No lo vuelvas a repetir! Nos despedimos de él ¿Lo recuerdas? Le dijiste adiós hace mucho.
-Pero, mamá…
-¡No! Dijiste que no volvería, que él se quedaría allí, ¡Lo prometiste!
-Pero ha vuelto… -Respondí angustiada mientras me quitaba el jabón.
-¡Pues dile que se vaya!
-¡No puedo! -Grité quitándome los restos de champú de la cara y cerré la ducha. Mi madre descorrió la cortina y me tendió la toalla cuando salí del cubículo. Sus brazos me estrecharon por encima de la toalla y el olor a lejía de sus manos atrajo mi melancolía como un imán.
-¿Por qué no, Lucie? Es mejor que se vaya, dile que este no es sitio para él, que estamos muy lejos de la ciudad.
-Me ha dicho que ha vuelto por mí… -Dije temblando acurrucada en el pecho de mi madre. -Que ha vuelto para celebrar mi cumpleaños.
-Oh… Lucie… -La voz amarga de mi madre me traspasó y sollocé -No nos hagas esto… Otra vez no, pequeña.
-Él me ha dicho que no soy pequeña… -La corté confundida -Ha dicho que dieciocho es la edad de la madurez. -Mi madre me apretó con más fuerza y luego se alejó.
-Pues dile que ya eres mayorcita para tomar tus propias decisiones y que no lo quieres. Dile que se vaya. -Resolvió dura, sin mirarme -Acaba de arreglarte y ven a cenar -Murmuró y salió del baño.

Alex el esquiador

Me desperté temprano después de una larga noche de pesadillas, el sudor frío caía por mi frente y el ritmo agitado de mi respiración me invitaba a levantarme y tomar un vaso de agua. Al regresar de la cocina, decidí asomarme por la ventana del salón  para contemplar el gélido frío y la nieve que blanquecía la montaña –suspiro de relajación- ¡como admiraba aquella hermosa estampa!
Me dispuse a desayunar las ricas tostadas que había preparado, con el pan aún caliente la mantequilla se derretía como la nieve que tanto amaba con la llegada de la primavera; se podía apreciar el rico olor a café que brotaba de la cafetera y su aroma se podía percibir desde cualquier rincón de la casa. Al terminar el desayuno, me vestí con la ropa más abrigada que disponía en el armario, me puse las botas que el día anterior había comprado para pasar la oleada de aire frío pronosticada días atrás, haciendo hoy acto de presencia y que se alargaría durante los días próximos.
Cogí mi 4x4 para ir al pueblo a buscar los esquís y el material que el hotel había mandado a reparar días atrás para las clases que yo debía impartir, se esperaba un gran número de turistas y por lo tanto bastante afluencia de público en las diversas actividades que ofertábamos. Al llegar al hotel contemplé mi agenda y me dispuse a organizar los grupos propuestos para el día de hoy, tenía un total de cuarenta personas apuntadas; al contar con tantos alumnos decidí hacer grupos de cinco, ya que tras la larga nevada de anoche la nieve podría estar mucho más blanda que los días anteriores y eso dificultaría la práctica. Una vez en los vestuarios me atavié con las nuevas ropas de color azul que el hotel me había propuesto como uniforme, cogí el material necesario para impartir las clases con los alumnos y me encaminé hacia la recepción a esperarlos, allí debía pasar un buen rato ya que aún faltaba una hora para dar comienzo a las clases de esquí.
Por fin todos los alumnos se habían presenciado en el punto de encuentro, aunque no todos habían sido puntuales; en algunos se podía observar el nerviosismo típico del que realiza una actividad por primera vez, así que decidí romper el hielo y presentarme hacia ellos gastando alguna broma, aunque el mensaje principal era decirles que me llamaba Alex y que sería su instructor de clases de esquí. Nos dirigimos hacia el sitio en la camioneta destinada para transportar a los alumnos. Al llegar al lugar me encontré con un gran número de policías y la zona acordonada. Al bajarme me entere que habían encontrado el cuerpo sin vida de una chica y se rumoreaba entre los presentes que había sido asesinada, no daba crédito a la noticia, el pueblo siempre se había caracterizado por la tranquilidad y el buen ambiente reinante.
Me dispuse hablar con los policías y les transmití mi voluntad a cooperar con ellos ya que conocía el terreno perfectamente.


Eric, el empresario

Eran las diez de la mañana cuando por fin, arrastrando mi maleta tras de mí, llegué a ese maldito pueblo alejado de la mano de Dios. Estaba realmente cansado después de mi largo viaje desde Barcelona: un vuelo en avión, un taxi y tres autobuses. Me dolía todo el cuerpo. Soy un chico de ciudad, no me gustan los pueblos, este es el peor sitio al que podrían haberme enviado, y sin embargo aquí estoy. Nada de cobertura, nada de televisión...nada de nada. Van a ser las peores semanas de mi vida.
Sacudo la cabeza mientras avanzo por el camino que lleva a la villa. Huele a hierba y a tierra mojada, y el frío me cala a pesar del caro abrigo que llevo encima. Parece que ha sucedido algo porque noto revuelo y caras sombrías al pasar. Me parece extraño porque había supuesto que todas las personas que viven en sitios como estos van siempre con cara de aburrimiento o con sonrisas amables. Me dirijo al mostrador para identificarme y veo los folletos de actividades: caza, tiro con arco, agricultura, equitación... Voy a echar mucho de menos internet.
El encargado me da mi llave y me indica por dónde ir. Subo hasta mi habitación y deshago con cuidado mi equipaje, perfectamente ordenado dentro de mis maletas.  Lo coloco todo en los armarios vacíos, después de todo pasaran unas largas semanas antes de que pueda volver a guardar mi equipaje. Una vez he acabado me tumbo en la cama, con las manos bajo la cabeza, y respiro profundamente intentando hacerme a la idea.
La verdad es que es culpa mía estar aquí, metí mucho la pata con la última transacción y es la forma que tiene Ana, mi jefa, de castigarme por ello. Perdió una venta por mi culpa, así que me destinó a este sitio horrible para probar todas las actividades, evaluar los complejos e indagar sobre la historia. Por lo visto vino aquí de niña y se quedó prendada, cree que este sitio tiene potencial si lo compra y lo reforma, además con todas las historias siniestras que carga no piensa que le resulte difícil hacerse con él. La verdad es que no se cómo la gente se traga toda esa sarta de mentira, sin ver que es puro marketing.
Así que aquí estoy, después de una carrera y dos másteres, después de tanto esfuerzo, teniendo que hacer un informe detallado sobre un hotel en medio de la nada, y sin cobertura. Al menos no me han despedido, aunque sé que eso es sólo porque esa bruja sabe que soy muy bueno en mi trabajo, y que si fallé la última vez fue sólo porque me dieron una información falsa. De todas formas tengo suerte de seguir con ella, su empresa es millonaria, de las mejores, y no suelen contratar a gente tan joven como yo, así que pienso bordar el informe y volver lo antes posible a mi reconfortante apartamento en Barcelona.
Me doy una larga ducha antes de bajar al vestíbulo con mi portátil. Tomo un puñado de los panfletos informativos del mostrador y me siento en uno de los sillones para empezar a trabajar, observándolo todo con atención.  Poco después capto el fragmento de una conversación a mi derecha.
-Ha aparecido asesinada esta mañana.- Escucho. Luego un grito ahogado, un murmullo que no logro descifrar y pasos que se alejan.

¿Asesinada? Vaya, parece que mi estancia aquí no va a ser tan aburrida después de todo.

Samuel el Cazador

La noche había sido dura, la nieve había incluso alcanzado la falda de la montaña y la temperatura del exterior era bajísima, con suerte, alcanzaba los cero grados centígrados. Los vientos helados que provenían de la montaña atravesaban tu cuerpo haciendo estremecer todos y cada uno de los huesos. Mi cabaña, aunque situada a las afueras del pueblo, estaba edificada acorde con la arquitectura del resto del lugar, cimientos de piedra y revestimiento de gruesa madera de pino, su localización era de aproximadamente media hora a pie a la antigua villa señorial hoy convertida en Hotel, para el cual yo trabajaba. La historia cuenta que el antiguo señor ordenó la edificación de este sitio ya que su afición a la caza en ocasiones provocaba que estuviese días sin volver a su lujosa villa, algunos escépticos dicen que por las noches se escuchan los lamentos del señor por el valle, sinceramente nunca he tenido la ocasión de escuchar nada y eso que ya llevaba casi dos años habitando aquel lugar.

Aquel dichoso ruido estaba taladrando mi cabeza, llevaba como cinco minutos sonando, pero el calor del interior de la cama me tenía atrapado como cuando un inocente conejo pica en la trampa de un astuto cazador, el calor que provocaba la piel de oso pardo que recubría mi lecho me impedía levantarme, aún recuerdo como Doña Anita la dueña de la churrería me decía en repetidas ocasiones “no vendas la piel del oso antes de cazarlo” y tengo que reconocer que le hice caso, no la vendí y me la quede. No podía permitirme continuar holgazaneando bajo el calor de las sabanas, hoy tenía que estar temprano en el hotel, ya que debía guiar a unos adinerados huéspedes a recorrer el valle y enseñarles el noble arte de la caza. Apagué el dichoso despertador y me levante a regañadientes de la cama, tras acicalarme, como todas las mañanas me dirigí al pueblo a desayunar, aún era de noche pero los rayos de luz iban iluminando poco a poco todo el valle, el sol asomaba tímidamente por la cima de la gélida montaña, los gallos con sus canticos anunciaban el amanecer de un nuevo día. Desde la lejanía se podía escuchar gracias al sepulcral silencio del valle como poco a poco el pueblo iba cobrando vida; los gritos desesperados de algunas madres apresurando a sus hijos para no llegar tarde a la escuela, también se podía escuchar a la panadera anunciando con enérgica alegría el pan recién horneado, la inconfundible melodía del afilador, el armonioso cantico de los pájaros proveniente del valle y los ladridos de mi fiel compañera Laky, un Husky Siberiano de unos dos años de edad, aunque su comportamiento esta vez era extraño, se removía más de lo normal y parecía nerviosa, -tendrá alguna necesidad pensé- así que decidí soltarle la correa. Fue entonces cuando Laky salió corriendo a toda prisa en dirección oeste, corrí tras ella unos diez minutos gritando su nombre, pero no me hizo caso alguno, conseguí guiarme sin perder su rastro gracias al sonido producido por sus ladridos, cuando de pronto el silencio volvió a gobernar en todo el valle; Laky  había dejado de ladrar y se escuchaban tímidos llantos provenientes del animal, el corazón me dio un vuelco, no quería ni imaginar la posibilidad de que alguna bestia salvaje hubiese podido hacerle daño, mis temores fueron en aumento cuando al final de una pequeña pendiente en la que no se podía observar que había detrás, la blanca y resplandeciente nieve se teñía de rojo, me apresure a correr aun más deprisa y cuando por fin alcance el lugar, mi sorpresa fue mayúscula, Laky se encontraba bien, pero andaba chupeteando el cuerpo inerte de una mujer, concretamente el de Diana, una de las recepcionistas del hotel para el cual yo también trabajaba.

Prólogo

Bienvenidos a Montelongo.
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Situado en un magnífico valle al abrigo de altísimas montañas nevadas y un denso bosque de hoja perenne, el lugar perfecto para sus vacaciones. Nuestra localización, a tres horas en coche del pueblo más próximo, le garantiza encontrarse lejos del mundanal ruido de la ciudad, además la escasa cobertura móvil en todo el valle y la ausencia de internet le permitirá desconectar del estrés del trabajo o reencontrarse con su familia.

El pueblo es todo un ejemplo de la arquitectura europea, con acogedoras casas construidas con sólida piedra, madera y techumbres de pizarra. En él podrá disfrutar de nuestra exquisita gastronomía: trufas de temporada, jamón ibérico, deliciosos quesos, magníficas carnes de crianza y caza y excelentes vinos que harán las delicias de cualquier gourmet y que podrán probar en cualquiera de nuestras tascas y restaurantes.

Aquellos con espíritu aventurero encontrarán su lugar en "La Casa del Mochilero", un albergue justo junto a la estación de autobuses en la plaza central. Los que prefieran una estancia algo más cómoda verán satisfechas sus necesidades en alguno de nuestros tres estupendos hostales. Para aquellos con mayor deseo de descanso y amantes del buen gusto, recomendamos que dirijan su mirada hacia la antigua villa del señor del valle, una imponente edificación de tres plantas que gobierna la región desde su elevada colina, a escasamente una hora a pie desde el centro del pueblo.

La villa es un señorial caserón que perteneció a la nobleza local, hoy convertido, para su deleite, en un magnífico hotel rural de cuatro estrellas que conserva todo el encanto de sus años dorados, decorado al estilo de aquella romántica época. Tenemos habitaciones de distintos tamaños, todas ellas muy amplias y con baño propio, el cual incluye su propio tocador barroco y una bañera de cobre. La suite presidencial, especialmente indicada para lunas de miel, fue en su día la habitación señorial, una enorme estancia con su propio espacio de comedor, diván y por supuesto la gigantesca cama con dosel de dos metros por dos y medio, construida con madera de cedro labrada a mano sobre la cual pende el escudo de armas original de la familia del gobernador. Además los inquilinos del hotel podrán disfrutar gratuitamente de la sauna y las aguas termales, además de disponer de un servicio de masaje turco a mitad de precio.

En cuanto a actividades, nuestro pueblo ofrece varias rutas de senderismo de gran interés; caza (según la temporada); actividades agrícolas en diferentes granjas; equitación; y para los más intrépidos, nuestro tour por la villa-hotel, que les permitirá conocer la historia del valle y la misteriosa muerte del último señor y su familia, así como los extraños acontecimientos ocurridos a los sucesivos propietarios hasta su abandono cincuenta años atrás. Fantasmas, asesinatos y un legado oculto, ¡atrévase a descubrirlo!

No lo dude más, visite el Valle de Montelongo. Su destino de vacaciones.
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