viernes, 8 de agosto de 2014

La llamada

Pasé un rato más hablando con la dulce Auri antes de atreverme a invitarla a cenar, pero resultó más fácil convencerla de lo que había previsto. Ella no había salido nunca de las inmediaciones, así que hablarle un poco de las grandes ciudades que he visitado fue suficiente para despertar su interés. Acordamos vernos esa misma noche en el vestíbulo del hotel, a las ocho en punto. No sabía en realidad si aquella chica podría aportarme más información de utilidad, pero tenía que intentarlo, y además era preciosa.

Después de despedirme y volver al hotel me dispuse a hacer lo que había temido desde aquella mañana, llamar a Ana. Utilicé para ello uno de los teléfonos disponibles para los huéspedes, mis dedos marcaron con rapidez su número personal, que me sabía de memoria, y esperé. Tardó menos de tres segundos en responder, con aquella voz suya carente de emoción.

–Sí que has tardado.

–Hola Ana, yo también me alegro de oírte.

–Ya, ya. ¿Qué te parece el sitio? ¿Está tan bien como lo recuerdo? Recuerda que tienes que traerme un informe detallado, necesito toda la información para que esto me salga rentable... –Es típico de ella hacerme mil preguntas y luego no escucharme en absoluto.

–Ha habido un asesinato. –Dejé caer con suavidad, interrumpiendo su retahíla. Hacer callar a Ana era un proeza extraordinaria, no pude evitar sonreír un poco pensando en la cara que debía haber puesto. Aguardé unos segundos antes de continuar, pero ella no dijo nada. –Esta mañana encontraron el cadáver de una chica en el bosque, por lo que sé la asesinaron anoche y además trabajaba en el hotel. No sé cómo lo estarán llevando los dueños, pero lo más probable es que, siendo dueños de un complejo tranquilo y familiar como este, les resulte muy duro lidiar con la mala publicidad que pueda generar tener a un asesino suelto por el pueblo, y podemos trabajar con eso.

–Está bien. –Dijo por fin tras otros largos segundos en silencio, casi podía oír cómo sus neuronas trabajaban a máximo rendimiento en esa mina de oro que tiene por cerebro. –Tienes que seguir investigando, entérate de todo lo que puedas, y llámame mañana. Te conseguiré una entrevista con los dueños, para entonces tienes que estar preparado. Por lo que sé están apegados al sitio, así que no va a ser fácil.

–Sí, lo sé...déjalo en mis manos. Hasta mañana Hilda. –Me despedí.

–Tienes que dejar de llamarme así. –Fue su respuesta, y después colgó.


Terminada la llamada me dispuse a trabajar en el informe, y un rato después empecé a prepararme para mi cita con Auri. A las ocho menos diez estaba ya en el vestíbulo, recién afeitado y vestido con pantalones negros y un sencillo suéter gris a juego con mis ojos. 

martes, 17 de junio de 2014

Tras las Huellas

Cuando llegue al sitio del accidente y vi que se trataba de Diana, el corazón me dio un vuelco, una explosión de recuerdos sobre ella inundo mi cabeza, era una chica muy simpática y también bastante tímida; a pesar de su timidez teníamos una pequeña amistad, siempre que nos encontrábamos en los vestuarios o en el bar del hotel, nos contábamos nuestras experiencias con los huéspedes que teníamos en las clases e incluso últimamente hablábamos de nuestra vida privada. Unos días atrás me contó que había comenzado una pequeña relación con un chico del pueblo, nunca llego a desvelarme su identidad, pero si me dijo que llevaban apenas unas semanas, ella dudaba seriamente; ya que no estaba muy segura de continuar con  la relación porque el chico era algo celoso. Al recordar todas estas conversaciones de pronto una serie de preguntas me retumbaban en el cerebro una y otra vez - ¿podría ser esta información relevante en el caso? ¿Debería de darle esta información a la policía?, ¿y si el chico la mato porque ella decidió finalizar con la relación?-.Una vez recuperado el sentido decidí que por el momento callaría para  buscar de otros indicios y un posible culpable. Me pase el día entero  colaborando con la policía en buscas de posibles huellas, aunque recorrimos aproximadamente  un kilometro a la redonda alrededor del cadáver y rebuscamos hasta en el último rincón, solo hayamos las huellas recientes de Samuel y su animal, quizás la nevada caída la noche anterior elimino cualquier pista; por más que buscamos otros posibles culpables todo apuntaba a que Samuel el cazador del hotel, era el único sospechoso. La versión oficial habla que  fue su perra la que encontró el cadáver, algo  increíble bajo mi parecer  ya que nunca vi que ellos tuvieran ninguna relación, ni tan siquiera había oído nada acerca de que tuvieran alguna amistad; y si hubiera habido algo  seguro se hubiera sabido ya que en el hotel no se puede tener ningún secreto y tampoco en el pueblo porque todo se sabe; ya que las “doñitas” del pueblo se encargan de averiguar todo, se pasan el día entero en la plaza y parecen la revista oficial del municipio. Samuel era una persona reservada, pero parecía un buen hombre; siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás y no tenia reparo ninguno de quedarse más horas con tal de que todo estuviera perfecto para el día siguiente. No era  muy hablador y vivía en una montaña aislado de la parte central del pueblo.


                A la mañana siguiente no se hablaba de otra cosa que del asesinato. Yo me levante más temprano de lo normal para ver si podía ir al calabozo y hablar con Samuel, no éramos íntimos amigos pero la verdad es que nos llevábamos bien. Me levanté con un dolor intenso de cabeza, porque me dormía y me despertaba continuamente por el día tan ajetreado y la fatídica noticia. Antes de irme a duchar puse la cafetera, nada más salir de la ducha me tomé el café que me supo a “gloria”, luego me puse unos vaqueros, camisa y deportivas; fui lo más cómoda posible porque me esperaba un día ajetreado, incluso peor que el de ayer. De camino a la comisaria vi como se palpaba la tensión en el ambiente, y todo el mundo cuchicheando del terrible asesinato.

jueves, 12 de junio de 2014

Bailando con Lobos

Entré en la sala de interrogatorios justo cuando el agente Carlos dejaba al sospechoso. Me crucé con él por un instante y le miré fugazmente al pasar, reconocí esos ojos, eran los ojos de alguien que lleva el corazón anegado en resentimiento y amargura, mala combinación si se une a una placa y una pistola...

Una vez dentro, cerré la puerta sin hacer ruido y observé al acusado, un hombre alto, fuerte y bien formado, de cabello rubio y ondulado que le caía sobre los hombros, barba de tres días bien recortada y cuidada completando un rostro de rasgos nórdicos. Sus ojos dorados revelaban un cansancio emocional y una profunda tristeza que me hicieron pensar sinceramente que, o era mejor actor que yo, o era en verdad más inocente que un recién nacido... Y yo iba a apostar doble o nada por lo segundo.

-¿Le gusta leer, señor Landers? -Le solté sin más y mi interpelado me miró con desconfianza antes de contestarme, quizás tratando de imaginar quién diablos podía ser este hombre con chaleco, guardapolvo y pantalón negro que irrumpía en una sala de interrogatorios haciendo preguntas con la autoridad de quien lleva haciéndolo toda la vida.

-Teniendo en cuenta que las nuevas tecnologías escasean por el lugar, la lectura es uno de los pocos pasatiempos que tengo en mi apartada cabaña, aunque no creo que mi afición por la lectura sea relevante en este caso.

-Le sorprendería lo que puede uno averiguar de detalles sin importancia -Argumenté restándole importancia con un ademán -¿Poesía?

-No.

-Perfecto, pues -Comenté sin más. Abrí el informe de su detención y continué -Según su declaración, fue su perra... Lacky, la que le condujo hasta el cadáver esta mañana ¿es así?, un animal precioso... ¿suele tenerla siempre consigo?

-Así es -Contestó con el ceño fruncido, en guardia -Como ya declaré, Lacky me despertó y me condujo hasta la escena del crimen. Ella es mi única compañía, si pregunta por el pueblo la gente le podrá decir que no voy a ningún lado sin ella.

-Bien, eso era lo que quería oír. Probemos una cosa... Jefe, por favor. 

Hice una señal y uno de los policías entró en la sala de interrogatorios con la perra del cazador, nada más ver a su amo se emocionó y trató de lanzarse a lamerlo con alegría, pero el joven agente logró contenerla con un firme tirón de la correa. Tras unos ladridos de frustración y una palabra de su dueño, Lacky se quedó sentada finalmente mirándole con adoración. 

-¿Podrían quitarle las esposas al señor Landers? Será sólo un momento -El detenido me miró sorprendido por un instante y luego alzó las manos para facilitarle la labor al agente. Una vez libre se frotó las muñecas profusamente, marcadas por la estrecha presa del metal, cortesía de su querido ex-cuñado. Le permití saludar a su mascota para que se relajase un poco antes de volver a la carga -Obviamente usted no me conoce de nada, pero estoy seguro de que le apetece demostrar que es inocente.

-Claro que quiero demostrarlo. Podría haber colaborado mucho en esta investigación, pero seguramente la nieve habrá borrado ya cualquier posible rastro o pista del auténtico culpable -Respondió con la lengua algo más suelta, gesticulando y negando con la cabeza con impotencia -No tengo que demostrar que soy inocente, lo soy, y estoy aquí encerrado mientras el auténtico culpable corretea a sus anchas en el exterior. ¿Usted verdaderamente creé que si yo hubiese matado a esa pobre chica hubiese sido tan estúpido para acudir nuevamente a la escena del crimen?

«Un tipo duro, perfecto, nada como un tío cabreado para que el show sea más convincente...» me dije.

-Hay muchos criminales que han usado esa estrategia como tapadera, pero siendo sincero, no creo que fuese usted, así que... -Me aproximé más a él desde mi lado de la mesa, misterioso, seguro -¿Quiere demostrar que es inocente o no?

-Claro.

-Perfecto, entonces sígame la corriente: Atáqueme -Al darme cuenta de cómo sonaba aquello me expliqué mejor -Usted sólo finja que me ataca, ¿de acuerdo?, sea lo más convincente posible, por favor.

Samuel me observó extrañado durante unos instantes, claramente sorprendido por lo insólito de mi petición, pero se encogió de hombros y aceptó.

Vi como cuadraba sus anchos hombros y se encorvaba ligeramente adquiriendo una postura amenazadora. Como si estuviesen sincronizados, Lacky adoptó una posición similar, desnudando sus afilados colmillos. Ante tal visión tragué saliva y me pregunté si no sería ésta la vez en la que me pasaba de listo y acababa mal parado, pero en ése momento no podía echarme atrás, no me quedaba otra opción que confiar en que el joven agente fuese lo suficientemente fuerte para mantener aquellas peligrosas fauces lo bastante lejos de mí.

De repente, justo cuando estaba a punto de atacarme, el cazador se detuvo y con la vista fija el piloto rojo de la cámara de seguridad, estrechó la mirada con un brillo de lucidez y bajó sus musculosos brazos de cazador vikingo mientras su mascota le imitaba sentándose con una calma cautelosa.

-Ahora lo entiendo -Dijo haciendo una leve pausa -Como Carlos no tiene nada para acusarme han montado esta treta para tener algo con lo que mantenerme encerrado ¿a que sí?

La incomodidad se marcó en mi cara sin que me molestase siquiera en intentar evitarlo... aquello me pasaba por no tratar con profesionales, pero supongo que si yo tuviese a un ex-cuñado policía culpándome de la muerte de su hermana e intentando meterme entre rejas también estaría un poco paranoico. Eso no quita que odiase que me estropearan el numerito en el mejor momento.

-Señor Landers -Dije con un suspiro -Además de esa cámara, yo mismo, y ese agente de ahí, tengo al jefe de policía y seguramente a la comisaría entera al otro lado del espejo, de los cuales sólo uno le cree culpable o no estaríamos teniendo esta conversación ¿Necesita más testigos a su favor?, ¿cree que yo puedo ganar algo encerrándole a usted sabiendo que es inocente? -Le sostuve la mirada con intensidad, no necesitaba actuar para mostrarme irritado -Ahora, si es tan amable, haga lo que le digo para que pueda sacarle de aquí y me ayude con la investigación... A no ser, claro está, que prefiera pasar las siguientes veinticuatro horas aquí metido.

Mi interlocutor me observó por unos instantes con otros ojos, no sé muy bien si fue por la firmeza que acababa de demostrar o porque era el único que había entrado ahí con la clara convicción de que era inocente, pero antes de que abriese la boca para contestarme supe que había decidido confiar en mí.

-Está bien señor agente, jugare a su a juego con tal de salir de aquí -Luego se dirigió hacia el espejo -Que quede bien claro que soy inocente -Insistió. Luego observó al agente que sostenía la gruesa correa de cuero de su mascota y corrigió su postura para evitar que Lacky se le escapase al primer tirón. En ese instante agradecí que su desconfianza detuviese mi numerito, de lo contrario ahora estaría seguramente de camino al hospital y Landers tendría un verdadero problema encima.

Mientras el cazador terminaba sus indicaciones para evitar que su mascota me arrancase la cabeza, me detuve a echarle un vistazo a mi reloj de bolsillo y darle cuerda, más que nada para tratar de no pensar en los afilados dientes del animal y en lo cerca que iban a estar de mí en unos segundos... ¡A ver quién me mandaría a mí a ir en plan El encantador de perros! Desterré mis pensamientos y fingiendo calma lo mejor que podía, guardé el reloj en su lugar y asentí al señor Landers, que tomó un par de bocanadas de aire para meterse en su papel de agresor mientras volvía a tensar su cuerpo para el ataque.

-¡LE ESTOY DICIENDO QUE SOY INOCENTE! -Rugió el cazador antes de lanzarse sobre mí y, aunque estaba preparado, me sorprendió la velocidad y la fuerza con la que me levantó por el cuello de la camisa y me derribó sobre la mesa metálica como si fuese un saco de heno.

Al instante, Lacky se había convertido en una fiera indomable que luchaba con toda su rabia por liberarse de las ataduras, forzando al agente a dar un par de pasos hacia nosotros hasta quedar peligrosamente cerca de mí. Escuché entrar a un segundo agente y noté que se alejaban un poco, pero la furia del animal no disminuía y se debatía incansablemente, tratando de liberarse de sus captores. Mientras forcejeábamos, pedí a Landers que le ordenase al animal que se detuviese sin dejar de atacarme, pero ni siquiera sus órdenes contuvieron el ímpetu de la criatura, de manera que sólo cuando el cazador finalmente me soltó y se mostró en calma, fue que ella dejó de luchar y se quedó quieta, pero en guardia, preparada para volver al ataque a la menor provocación.

Acicalé el cuello de mi camisa y alisé mi ropa mientras intentaba hacer que mi corazón recuperase una velocidad aceptable. Me estremecí al notar algunas gotas de la saliva del animal en mi hombro... Demasiado cerca. Tomé aire y lo solté lentamente mientras ponía mis manos a la espalda, agarrándolas con firmeza para evitar que temblasen. Di un par de pasos lentos hacia el cristal tras el que se encontraba mi público, recuperando el control de la sala... El espectáculo debía continuar tanto si me fallaban las rodillas como si no.

-Señores, como han podido observar, separar a Lacky de su amo da lugar a una sonata interminable de ladridos que sería imposible no escuchar desde el pueblo en el silencio de estas noches montañeras, especialmente desde el lugar de los hechos. Por otro lado, si el señor Landers hubiese atacado a la víctima llevando con él a su mascota, sería completamente imposible que no hubiesen heridas producidas por el animal. Sin embargo, anoche no hubieron ladridos y el cadáver sólo presenta daños producidos evidentemente por manos humanas. Por tanto, sugiero que dejemos de perder el tiempo acusando a un hombre inocente y aprovechemos el extenso conocimiento del terreno del señor Landers y el agudo olfato de Lacky para dar caza a nuestro asesino.

Dejé pasar segundos más mirando al espejo con expresión ceñuda, al más puro estilo Clint Eastwood, para dar tensión al instante. Casi podía oír la discusión que debía haber ahí dentro con el ex-cuñado del cazador, lástima que mi asistente no pudiese estar allí para grabarlo. Finalmente me marché de la sala con movimientos firmes y rápidos, fingiendo estar irritado por haber tenido que perder el tiempo demostrando a unos paletos que estaban equivocados... Sencillamente sublime.

-¿Cómo se llama, agente? - Preguntó Landers antes de que cruzase el umbral de la puerta. Me detuve en seco y respondí sin llegar a volverme. No sería más perfecto si lo hubiese planeado.

-Jonas Laurent. Investigador y parapsicólogo.

jueves, 15 de mayo de 2014

Arrullo en la madrugada

Abrí los ojos de golpe y la luz de la lámpara me hizo lagrimear. Aún estaba oscuro, pero mamá ya llevaba puesto el uniforme, faltaría poco para amanecer.
-¿Qué pasa? -Pregunté removiéndome entre las sábanas mientras ella se afanaba en revolver las gavetas de mi cómoda, los estantes y hasta la zapatera. Los recuerdos de un despertar semejante hacía años se me agolparon en el cerebro y me entró el pánico. Me incorporé rápidamente y seguí los pasos de mi madre de aquí para allá en mi habitación.
-¿Dónde está? -Espetó con voz ronca y desesperada mientras seguía revolviendo cada escondrijo, cada cajón, cada armario -Lucie, dile a mamá dónde está, cariño -Cerró de golpe las puertas de madera mohosa y se lanzó hacia mí -Dímelo, Lucie… ¡Dímelo!
-¿Qué…?
-Oh, vamos, no voy a jugar a ese juego, señorita -Desencajó las rodillas del suelo y se acomodó a mi lado, encorvada y ojerosa.
-Mamá, yo…
-No quiero que hables… -Susurró girándose hacia mí y tomándome por los hombros con la mirada turbia -No quiero que digas nada… -Su tono vibró y sus manos temblaron al apretarme más -Sólo quiero que me señales dónde está… -Me apartó un mechón rebelde de la frente y lo escondió tras la oreja -Sólo quiero que te levantes, que saques ese maldito producto del diablo de donde sea que lo escondes y me lo des -Gritó clavándome las uñas en los hombros y agitándome hasta soltarme con fuerza sobre las almohadas.
La miré acongojada, pero no supe qué decirle y ella derrotada se levantó y caminó hasta la puerta sorteando el reguero que ella misma había creado.
-Lucie, sabes que los libros están prohibidos en esta casa… -Lucie, sabes que los libros están prohibidos en esta casa… Repitió una voz perversa en mi cabeza. -No me lo pongas más difícil. -No me lo pongas… Pongámoselo más difícil, su voz oscura sonó divertida al cambiar la frase y romper mi conexión con la realidad a la vez que mi madre cerraba la puerta tras de sí. Es hora de jugar, Chérie.
-Yo no quiero jugar más, monsieur, por favor… -Susurré mirando al techo, las lágrimas resbalaron silenciosas por mi sien.
Shhh… Mi querida Lucie ¿recuerdas los versos que escribimos ayer?
-«A la criada de la que con toda el alma estabais celosa
Y que duerme su sueño bajo un humilde césped, … » 
Mi propia voz estrangulada me produjo un escalofrío y enmudecí al escucharle seguir con hipnótica entonación: 
«…Debiéramos, sin embargo, llevarle algunas flores.
Los muertos, los pobres muertos, tienen grandes dolores,
Y cuando Octubre sopla, talador de viejos árboles,
Su viento melancólico alrededor de sus mármoles,
En verdad, deben encontrar los vivos harto ingratos,
Durmiendo, como lo hacen, cálidamente entre sus sábanas,
Mientras que, devorados por negras ensoñaciones,
Sin compañero de lecho, sin gratas conversaciones,
Viejos esqueletos helados consumidos por el gusano,
Sienten escurrirse las nieves del invierno
Y el siglo transcurrir, sin que amigos ni familia
Reemplacen los jirones que penden de su verja.
Cuando el leño silba y canta, si en la tarde,
Tranquila, en el sillón yo la veía sentarse,
Si, en una noche azul y fría de diciembre,
Yo la encontraba acurrucada en un rincón de mi cuarto,
Grave, y viniendo del fondo de su lecho eterno
Incubar el niño crecido bajo su mirada maternal,
¿Qué podría responder yo a esta alma piadosa,
Viendo caer las lágrimas de su pupila hueca?»

lunes, 24 de marzo de 2014

Auri, la camarera

Después de escuchar lo del asesinato decidí informarme un poco más antes de llamar a Ana. Una noticia así podría suponer tanto una ventaja como un desastre en vistas a la futura oferta de compra, necesitaría más datos para saber a qué atenerme.
Volví a mi habitación para dejar el portátil y coger el abrigo, me pasé los dedos por el pelo castaño frente al espejo antes de salir, y me dirigí al lugar más lógico cuando se necesita información de ésta índole: el bar.
Bajé la colina por el camino de piedras grises, dejando atrás el complejo, y llegué hasta la plaza central del pueblo. Justo en el centro se alzaba una ostentosa fuente y al otro lado se hallaba una tasca bastante llena, sobretodo de turistas. Se veía tan cuidadosamente antigua que parecía artificial, estaba obviamente enfocado a los visitantes, así que no me interesaba, tendría que probar en otro sitio. Me dispuse a dar un paseo por las callejuelas del pueblo y, pasados unos minutos, me llegó un fuerte olor a estofado. Siguiendo el aroma a especias llegué a un pequeño bar, mucho más descuidado que el primero. Pese a ser las dos de la tarde, hora de comer, había escasos clientes. Una joven rubia, con pecas en las mejillas y un delantal blanco ajustado sobre la fina cintura se afanaba limpiando la barra de madera oscura. Se notaba a kilómetros que pertenecía a aquel lugar, ella era justo lo que necesitaba. Me senté en uno de los taburetes, justo delante de la joven, y sonreí cuando levanto sus enormes ojos verdes para mirarme.
-Buenas tardes. –Le dije cortés. – Me encantaría un plato del estofado del día. – Apunté con el dedo a la pizarra que tenía a su derecha, donde aparecía la oferta.
-Marchando. –Respondió ella sonriente, aunque con la expresión algo apagada. Desapareció por una de las puertas y volvió un instante después con un plato humeante que dejó delante de mí. -¿Y para beber?
-Sólo vino, gracias. –Dejé que mi mirada recorriera su rostro, deteniéndose un instante en sus labios para luego volver a sus ojos. Ella se sonrojó ligeramente, esto marchaba bien. –Esto está algo vacío para ser la hora de comer, ¿no? –Pregunté en tono casual antes de llevarme una cucharada a la boca.
-Bueno, normalmente no se llena demasiado, pero es cierto que hoy está más vacío de lo normal.
-¿Y a qué se debe?
-Nos suelen pedir que no hablemos de estas cosas con los visitantes... –Dijo un poco insegura.
-No se lo diré a nadie, lo prometo. –Guiñé un ojo y ella sonrió, ya era mía.
-Está bien... Encontraron a una chica muerta esta mañana, en el bosque.
-¿De verdad? –Alcé las cejas pareciendo sorprendido. -¿Qué le pasó?
-No se sabe...los medios aseguran que fue un accidente, pero muchos dicen que fue un asesinato. Mi hermano vio el cadáver, dijo que era siniestro, que no podía ser un accidente. Además la chica era de aquí, ella conocía el bosque.
-¿Tú la conocías?
-Aquí todos nos conocemos. Ella era casi de la edad de mi hermano y se llevaban bastante bien. –Le brillaron un poco los ojos con tristeza.
-Vaya, lo siento. –Dije sintiéndolo de verdad y dejé caer una mano sobre su brazo para reconfortarla. –Me llamo Eric, por cierto.
-Yo soy Auri, encantada.

jueves, 6 de marzo de 2014

72 Horas de encierro

No había cambiado nada desde la última vez. Tras cinco largos años siguen colgando de las paredes los mismos cuadros, estas permanecen pintadas con los mismos colores, incluso tenía la sensación que el enorme cristal desde el que intuía me observaban del otro lado, sigue manchado con las mismas huellas dactilares de entonces. El piloto rojo de la cámara de vigilancia empezó a parpadear, ese detalle me indicaba que se habían iniciado las grabaciones, pronto algún policía entraría en la sala de interrogatorios para comenzar con el mismo.
La puerta se abrió de un estruendo, fue abierta con furia desde el otro lado y tras ella apareció la silueta de alguien que un día fue parte de mi familia.
 - Buenos días Samuel, no esperaba verte, es más no tenía ganas de verte, pero me resulta curioso que vuelvas a estar sentado en ese lado de la silla por segunda vez y por los mismos cargos ¿no te parece… cerdo? –dice en voz bajita, en un tono casi inaudible-
- Ya le dije a tu compañero lo que sabía, estaba bajando al pueblo como todas las mañanas cuando mi perro salió corriendo y tuve que perseguirlo durante un buen rato, hasta que llegamos a la esce… - si si – interrumpe el policía – llegaste a la escena del crimen por casualidad y nuevamente volviste a encontrar el cuerpo sin vida de una mujer, que también era rubia de cabello corto, que también aparece golpeada en la sien y que casualmente también es de tu entorno, ¡cuánto habría ganado el cuerpo de la policía con un agente como tú! – Golpea con las dos manos fuertemente en la mesa y se encara juntando casi su frente con la mía – ya me conozco muy bien esa historia Samuel, ya la has contado antes, la otra vez te sirvió el papel de víctima, quien iba a pensar que el pobre viudo asesinaría a su esposa, ¡a mi hermana! –dice gritando-, los engañaste a todos, a todos menos a mí. ¿Dónde estabas anoche Samuel?
- En casa obviamente
- Claro claro, estabas en casa, ¿tienes como demostrarlo? No me lo digas -dice con ironía- tu perrito es tu coartada –dice con tono burlón-
- Claro que no tengo coartada, sabes que vivo alejado en la falda de la montaña, estaba en casa, tenía que levantarme temprano para ir al hotel a trabajar, hoy por la mañana me esperaba un grupo de turistas para llevarlos de caza., pregunta si quieres al hotel
- ¿Así que el hotel puede justificar tus clases?
- Te estoy diciendo que así es
- Entiendo, te puede justificar que hoy por la ma-ña-na –dice despacito- pero eso sigue sin contestar a la pregunta de donde estabas anoche – en su rostro se dibuja una sonrisa malvada- te volveré a hacer la pregunta ¿Dónde estabas anoche?
- Se donde quieres llegar a parar Carlos, no te voy a seguir el juego, ya te dije donde estaba y no me puedes acusar ni de este crimen porque no tengo nada que ver, ni tampoco con el de Lucia porque ya se demostró que yo era inocente; bastante lloré por las noches y sufrí su pérdida como para que me sigas acusando de ello.
Dando la espalda a la cámara, a voz de susurro- vas a pagar por ello… asesino, así que el sospechoso se niega a colaborar –vuelve a decir en un tono normal- bien, no pasa nada -se gira hacia la cámara- vayan preparando una habitación, tenemos un nuevo huésped –se vuelve a girar hacia mi- por ahora y hasta que aparezcan nuevas pruebas vas a pasar las próximas setenta y dos horas en el calabozo – al tiempo que en su rostro se dibuja una amplia sonrisa, una sonrisa de satisfacción-.

  

lunes, 3 de marzo de 2014

Jonas Laurent, parapsicólogo

Había llegado hacía tres días desde la gran ciudad. El último número de la revista "Otra Realidad" había sido un fiasco y mi editor me echaba la culpa por lo cutre del reportaje. La verdad es que no estaba en mi mejor momento, las últimas investigaciones que había seguido habían resultado ser falsas o aburridas, así que esta vez, él había escogido por mí. Un hotel maldito en medio de ninguna parte. No es que me entusiasmase, pero mi jefe conocía al dueño del hotel y quería usar el reportaje como reclamo publicitario, y si era de su agrado, estaba dispuesto a pagar una verdadera pasta por él. Necesitaba ese dinero y además mi estancia sería gratis ¿cómo iba a negarme a unas vacaciones como esas?

El teléfono de la habitación sonó y más que despertarme, me arrojó fuera del sueño. Aquel sonido estridente era tan clásico como espantoso así que descolgué para acabar con mi sufrimiento y casi por inercia contesté con voz pastosa.

-¿Señor, Laurent? -Dijo una tímida voz de hombre al otro lado de la línea. Tardé unos instantes en reconocer al ayudante del jefe de policía.

-¿Ha ocurrido algo?

-Si... Estamos en la colina, al este de la hacienda...

-No se preocupe, sólo no permita que nadie vea lo que sea que han encontrado.

Sin más le colgué. Era un buen muchacho, pero un simple pueblerino amante de las historias de misterio, fácil de asustar, fácil de manipular.

En menos de quince minutos mi asistente y yo estábamos en el lugar de los hechos, pero ya habían empezado a aparecer los primeros curiosos, que por la pinta que tenían parecía que se habían encontrado el cordón policial por casualidad. Por suerte el joven ayudante había hecho bien su trabajo y la tira de plástico que hacía de barrera estaba antes de la pequeña colina en la que se encontraba lo que quiera que fuese. Mi asistente detuvo el vehículo y yo emergí de él lentamente, dejándoles sentir la intriga, dándoles tiempo para verme bien y preguntarse quién podría ser. El Show acababa de empezar.

Con paso lento pero seguro me acerqué al cordón. El ayudante me estaba esperando y alzó la tira de plástico amarillo y negro para que pudiese entrar.

-No la hemos tocado, señor Laurent. La encontró el perro del instructor de caza.

-¿La?

-La victima, señor. La recepcionista del hotel, Diana.

Recordaba bien a la chica, no contaría más de 24 años, cabello corto, piernas largas y buena delantera, todo ello con una voz dulce y una sonrisa encantadora, perfecta para aplacar a los clientes belicosos... había intentado flirtear con ella el día anterior, pero sabía dar largas sin ofender. Una lástima.

-¿Huellas? -Pregunté con sequedad, había que parecer profesional.

-No, señor. Es que nevó anoche... -Respondió en tono de disculpa, como si fuese culpa suya, pobrecillo.

Finalmente llegué donde se encontraba el cadáver tendido en el suelo rodeado por los nueve policías que componían la autoridad en aquel mínimo pueblecito perdido en medio de la nada al completo. El jefe me saludó con un ligero gesto del mentón, toqué el ala de mi sombrero como respuesta y me dispuse a observar la escena.

La mujer yacía con una profunda herida en la sien izquierda y de ella surgía un gran charco rojo que teñía la nieve como si fuese un granizado de fresa. Quienquiera que lo hiciese había dibujado con la sangre unas alas sobre la nieve y la había puesto en una postura angelical. Saqué el reloj de bolsillo de mi chaleco y lo observé unos momentos, no porque necesitase calcular la hora de la muerte, con el frío que hacía era imposible determinar eso sin instrumental, lo hacía sólo porque necesitaba mirar a otra parte un momento para recuperar la compostura. Los nueve policías me miraban fijamente y esperaban un veredicto coherente así que tras coger un poco de aire repasé mis cursos de criminología a distancia y los muchos capítulos de "mentes criminales" que había visto, luego volví a la víctima para mirarla como quien mira un cuadro. El escenario estaba presto, el telón se había alzado y el público contenía el aliento.

-No hay señales de agresión sexual, tampoco hay ensañamiento. Por la cantidad de sangre que hay, fue asesinada aquí mismo. Además observen la forma en la que coloca el cuerpo y dibuja las alas, claramente quiere crear una imagen angelical. Señores, estamos ante un asesino psicópata, o se cree un artista o bien tiene remordimientos -Reforcé mis deducciones cerrando con firmeza el reloj y devolviéndolo al bolsillo para poder ocultar el temblor de mis manos... el escenario me estaba poniendo los pelos de punta, una sensación que sólo había tenido dos veces en mi vida y las dos eran cosas que quería olvidar.

-Jefe... -Dije tratando de que el miedo pareciese preocupación visto desde fuera -Le recomiendo que saque a toda esa gente de aquí y cubra el cuerpo para que nadie lo vea. Si alguien lo ve o se va de la lengua no sólo tendremos un asesino, sino un pueblo en pánico. ¿Me comprende?, habrá caza de brujas y el verdadero culpable podría marchar impune.

-Diremos que fue un accidente -Dijo el bueno del jefe de policía. Era un tipo afable de unos cincuenta y tantos, algo rechoncho, canoso y medio calvo, seguramente lo más peligroso a lo que se había enfrentado en su vida era una pelea de borrachos en la taberna. No se merecía estar metido en un asunto como aquel, pero así es la vida.

-Me dijo su ayudante que lo descubrió el cazador ¿verdad? Quiero hablar con él. Ahora.